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Los últimos Picasso
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A propósito de cumplirse este año el 30 de la muerte de Picasso, acaecida el 8 de
abril de 1973, me propuse visitar el Museu Picasso de Barcelona, como homenaje
personal a la figura del maestro indiscutible del arte del siglo XX, aunque quizá
hubiese ido igualmente, pues periódicamente vuelvo a visitar sus obras, desde las
más tempranas de su vida, de las cuales donó a Barcelona una gran cantidad,
conformando el mejor conjunto mundial de esta primera época, hasta la serie sobre
Las Meninas de Velázquez, en cuyas obras sigo observando la variedad y riqueza
creativa del malagueño, además de contribuir a desarrollar de nuevo el misterio en la
creación de las dos obras, de los dos maestros... En esta ocasión pase largo tiempo
estudiando esta serie y me hizo pensar en la época posterior y final de su vida
donde su pintura se hizo aún más radical, formando a la vez una etapa aunque
también conocida, como todo lo de su vida y obra, pero en realidad una de las
menos divulgadas, incluso diría que intencionadamente oculta. Desde primeros de los
años 60 hasta su fallecimiento fue desarrollando una obra muy personal a la vez que
extremadamente rápida y radical en su realización. Llegaba a indicar incluso cada
obra con la fecha del día que la hacía. La pincelada muy gruesa y agresiva en la
forma de plasmar una técnica muy elemental, donde el color era el principal
protagonista. Principalmente eran personajes arístocráticos del siglo XVII, a la
manera de retratos de Rembrant por ejemplo o del Siglo de Oro español. El sarcasmo
y la ironía traslucen en la mayoría de aquellos caballeros imaginarios. También otros
personajes masculinos y femeninos, sobretodo rostros, pero en ocasiones cuerpos
enteros y unidos a veces en el acto sexual, donde el personaje masculino seguía
vestido de arístócrata y las mujeres desnudas. También hubo toreros, payeses,
personajes con sombreros, pipas, boinas y autoretratos entre otros, pero la figura
humana y los rostros el motivo egemónico. Si bien es muy amplia su obra final para
analizar al detalle su desarrollo cronológio y temático me ha llamado siempre la
atención el acto de rebeldía final que propone Picasso en cada una de estas
propuestas a una edad entre los ochenta y los noventa en que la mayoría de
pintores van de vuelta, o se repiten o se diluyen, cuando no cansados por la propia
edad, y empiezan a dimitir o a divagar... También eso se propuso del propio Picasso
al principio, al observar los críticos y público aquella obra reciente, especialmente en
la exposición en el Palacio de Los Papas de Avignon que se realizó en el año 1970.
Eran obras realizadas entre 1969 y 1970, escogidas por el propio Picasso e Yvonne
Zervos. En total fueron 165 pinturas de medio y gran formato, además de dibujos y
otras técnicas. El contraste entre aquellas obras y el propio marco del Palacio que
las envolvían motivaron un contraste aún mayor. Era una época de gran actividad
artística para Picasso, casi clausurado y aislado del mundo en su casa-taller de
Mougins y con la casi sola presencia de su última esposa Jacqueline Roque; creaba y
creaba, sólo el arte, su arte, en su mente y en sus manos... El resultado fue otra
nueva revolución en su pintura. Si bien se puede observar rastros de otras obras
anteriores, tanto en la forma de algunas pinceladas como de algunos temas, la
principal novedad y la más controvertida fue, y es, la forma de plantearse de nuevo
el propio hecho de pintar, la propia historia de la pintura, del Arte... Una forma y
planteamiento que han abrazado después muchos pintores, especialmente al cabo de
veinte años, por la eclosión casi fantasma pero a la vez importante y conocida de
todos los neos de los años ochenta hasta casi empezados los noventa.... y así
seguimos de apelmazados. Sólo la eclosión de las instalaciones y creaciones visuales
apoyadas por las nuevas técnicas comunicativas nos han desplazado al mundo del
arte con el que nos encontramos hoy, o peor: nos tropezamos muy a menudo...
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Pero volviendo al viejo Pablo: Sus colores: Morados, malvas, verdes, rojos y
naranajas, azules límpios o sucios, el negro...Nos vomitaba, nos vomita un nuevo
estilo, y casi nada que ver con fauves y expresionistas, aunque al principio parecería
que algo de ello podría haber. Su propia originalidad estaba concentrada en la
cuestion del aquí y ahora, la inmediatez y la premonición de la muerte ya cercana.
Una de sus últimos trabajos, un autorretrato, en lápices de colores, del 30 de enero
de 1972, muestra su propio rostro demacrado por la propia vejez y unos ojos
profundos que se clavan ya para siempre en la historia del arte, de su propio arte y
el legado que nos deja en herencia a los que nos hemos atrevido a coger el pincel y
a pasar el tremendo miedo de la visión previa del papel o de la tela en blanco. El
mismo miedo que podía haber presagiado él, pero en aquel enero del 72 era un miedo
a la Muerte y a la incertidumbre de ver o no el próximo amanecer, ver quizá su última
pintura acabada o no verla, por eso intentaba acabar cada obra en una sola sesión,
el mismo día, o varias obras en un mismo día, quizá no tendría otra oportunidad de
retocar los cuadros que dejaba apoyados en algún sitio para acabarlos al otro día,
como había hecho siempre...Este temor, esta insatisfacción, el mismo ímpetu y amor
al trabajo incansable de aquellos últimos años, produjo una de las obras más
demoledoras que un pintor haya realizado jamás. Ni los extremos que saborearon los
expresionistas abstractos norteamericanos o los expresionistas, salvajes,
informalistas y cobras europeos llegaron a alcanzar uno de los objetivos ocultos que
mantuvo a Picasso quizá más días y meses de vida: Ser el asesino principal de la
Pintura. Si no lo hubiese sido ya antes con sus colegas de primeros del siglo XX,
ahora en el último tercio de aquel mismo siglo y ya sólo, sin más colegas de aquella
joven bohemia precaria, él alcanzaba ahora a tocar en cada pincelada su propia
muerte y la de la sagrada pintura de todos los siglos. Lo demás es y sigue siendo
ilvanar un ovillo imaginario que el ya se encargó de enredar y destruir. Pero quisiera
seguir mirando los rostros de sus últimos autorretraros: Seguramente en sus ojos
intuiré algún dia su propia sonrisa y el orgullo oculto o no, de haberlo hecho todo,
de no habernos dejado casi nada por hacer, sólo apreciar, siempre y cuando no
seamos lo suficientemente necios como para no admitirlo. Y seguriemos dando
vueltas por los Museos donde exiban sus obras, para admirarlas o no, pero si vemos
alguna de su etapa final por lo menos tendríamos que saber que su último mensaje
fue escrito en ellas: Os Amo a todos y os Asesino a todos, y mientras sigo con las
manos manchadas de Pintura...
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toni cortadella, 30 juliol 2003.
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