Recorte del Breviario
de Eldígoras
30.08.04
lunes 30

Me he despertado herido, con un brazo perdido, de materia sin vida; con la
respiración espesa y breve, repetida en esfuerzo; y poco a poco he sentido el
oscuro borboteo de la sangre, el latir doloroso hasta los dedos que, en
espasmos, han vuelto al movimiento. Me levanto sin fuerza, voy al baño, agua
para arrancarme sueño, aturdimiento, y he salido a la calle, a las cinco de una
madrugada en la que busco un golpe de aire fresco, pero la calle es un aliento
rancio, un vació de noche y de farolas que saben acabada su jornada. Esta
ciudad está rompiendo aguas, parto de lunes, muerte del verano. Me alejo de
las calles rectilíneas y bajo hasta lo viejo y verdadero, allí donde la relativa
Europa de otro tiempo se ha tornado Punjab, Magreb, Caribe. Pienso en mi
cama sola, abandonada, mi cama tan mestiza donde, a veces, el amor es
dulzón y denso como el mango, o tiene algún acento de guayaba, o un punto
de azafrán o de pimienta. Pienso en las noches frías de un Caribe tan suave
como el agua, o en las noches ardientes de una cima elevada y canadiense.
Cuerpos de geografía abandonada, acentos diferentes al besar, pieles en el
color de los sentidos. Es la hora del trigo transformado en el aroma oscuro del
café. Sale el pakistaní que va al trabajo y entra el muchacho que perdió la
noche y te mira con labios que se esponjan o el travestido que vuelve a su
olvido a través de un teléfono sin cable. Vuelve la prensa y vuelve el
horizonte en un tímido claro entre las nubes. Regreso entre los pasos
autómatas que buscan un transporte, la muchacha que limpiará, la que ha
limpiado. Pienso en los aparentes bienpensantes, en el tipo que ha sido
presidente y fue banquero y que no estando no dejará de estar porque el
poder atrapa como la droga exige su salario, y en que ha dicho sin pena ni
pudor que el mestizaje es, será, un peligro. Qué peligrosas son estas familias
de apellido impoluto y de negocios en nombre de su patria, ese dinero. Pasan
los autobuses tan mestizos como mi cama mestiza y sé que siempre amaré
esta ciudad en mestizaje, el color de la vida, las flores de sus Ramblas.

Francisco Javier Cubero
Agosto 2004.